“La soledad, la memoria y el nombre: la poesía de José María García Linares”
por Covadonga García Fierro
Entonces empezó el viento, de José María García Linares (Versátiles, 2019)
La soledad es el punto de partida de este poemario, como también es el punto de partida de la propia vida: nacemos y morimos solos. Por mucho que nos desarrollemos en sociedad y nos relacionemos con los demás, por mucho que amemos a otra persona, nadie puede sentir las cosas como nosotros las sentimos, llegar a conocernos o a comprendernos del todo. Nadie puede percibir el mundo exactamente como nosotros lo hacemos. Esa soledad ontológica, que se impone desde el nacimiento, desde el primer momento en el que somos, en el que estamos en el mundo, es la soledad sobre la que poetiza José María García Linares.
La escritura es, para el poeta, la única baza, la única tabla de salvación. Así, García Linares toma también una cita de María Zambrano muy reveladora para abrir el libro: “Escribir es defender la soledad en la que se está”. En efecto, la escritura da sentido a la existencia. No sabemos de dónde venimos ni hacia dónde vamos, ni por qué tenemos que llegar y partir tan solos; pero sí tenemos con nosotros la posibilidad de cultivar la escritura, dejar una impronta de nuestra palabra en el mundo, una huella de nuestro ser. Por ello, no es casual que el primer poema de esta obra se titule “Ser palabra”, ni que contenga estos versos tan hermosos y precisos: “Soy estas palabras / ordenadas en poemas. / Una vida de papel. / Una hoja que respira.”
El poeta reflexiona en estas páginas sobre lo que supone el veloz e irremediable paso del tiempo; el transcurso de tantas generaciones de individuos que llegan solos, se desarrollan en sociedad y mueren solos, como apunta en este bellísimo verso del poema “Campo de violetas”: Los cuerpos, derramados, se mecen en los pétalos del tiempo. Ese ciclo se repite una y otra vez, sin un aparente sentido más allá del que ofrece la escritura. Porque la escritura nos da la oportunidad de que nuestra palabra y nuestra identidad permanezcan incluso más tiempo que nosotros mismos. La escritura persiste, recoge la memoria individual y la memoria colectiva, y permite su continuación, su transmisión de una generación a la siguiente. La escritura nos sobrevive y, de alguna forma, nos hace perdurables en el tiempo, como expresa el escritor en estos versos del poema “Escritura”: “Hay dentro de mí / una escritura milenaria / compuesta de visiones.”
Con estos versos, el poeta abre también otra reflexión: como individuos que somos, ¿hasta qué punto nuestra escritura es completamente personal, genuina?, ¿hasta qué punto nuestra escritura es heredera de la tradición? Incluso nos podríamos preguntar cuántos miles o millones de personas, únicamente haciendo uso de la lengua -primero del latín, luego del castellano, finalmente de lo que hoy conocemos como lengua española-, han influido en que nuestra lengua haya llegado a nosotros tal y como lo ha hecho. Y es que las lenguas no son otra cosa que mecanismos para concretar, codificar e interpretar la realidad. Esta reflexión en torno a la propia lengua como vehículo para interpretar el mundo de una forma concreta y diferenciada está presente en algunos poemas como, por ejemplo, “Otra lengua”: “He de vivir otra lengua / para vivir otra vida.” No podemos olvidar que, además de escritor, García Linares tiene una formación eminentemente filológica.