En el silencio sideral,
maravillados,
se observan Júpiter y Venus.
Todo un año vagando y esperando.
No volverán a estar tan cerca hasta el siguiente.
Así es su eternidad.
Aquí, a millones de kilómetros,
el frío da una tregua a los laureles.
Andando en plena noche
tus manos rozan mis palabras
y los pasos se entrelazan por el puente.
Venimos de otro tiempo, lo sabemos
como sabe el mar de otros lugares,
y nada nos preocupa
ni el tiempo nos inquieta.
Se han alineado nuestros ojos
y hemos hecho de este cielo nuestra casa.