Crecimos al final

y, aunque mayores,

seguimos dejando abiertas las ventanas.

Quién sabe si una noche,

si en un sueño

aparecen las sombras de los besos

que dejamos volando sobre Neverland.

No.

No es magia,

tampoco fantasía.

Son recuerdos de la propia vida,

sencillamente,

con los que hemos aprendido a construir

lo que nos queda.

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