A la sombra de un laurel,
bajo el tiempo inesperado de los ángeles,
oyendo el resquemor de lo perdido.
Un libro que señala los caminos.
Anotaciones en los márgenes.
Huellas, miradas y pestañas
convertidas en un solo de violín
más allá de todo ruido.
Llega el otoño con su mar de plata.
Huyen los veleros por miedo a los silencios
que se escuchan desde tierra.
No les enseñaron a estar solos.
Aquí, bajo un laurel,
vivo el tiempo ahorrado
que guardé bajo el colchón
por miedo a que la prisa lo vendiera.
Lejos de bullicios, solo con mi sombra,
buscando mi palabra en las palabras
y la vida en la quietud del firmamento.