Me bañé en el viento azul
de una tibia mañana de septiembre,
cuando se para el tiempo en la marea
y los niños melancólicos y rubios
miran hacia el mar desde el colegio.
Quien nada en el azul
nunca regresa indemne a las orillas.
Cómo hacerlo si rozó la luz,
si aprendió del vértigo la sed,
si alcanzó el lugar donde residen
las voces que se apagan con los años.
La brisa de poniente aletargada
en el cielo incandescente de mis ojos.
No cabe en la mirada otra manera
de entender la vida que respiro.
Tejerle al tiempo un verso azul
que invente la ficción de detenerlo.