Apenas queda tiempo.
En dos minutos todo habrá acabado.
El viento azul y amargo
revuelve el mar y lo revienta
contra el barranco mudo
de soledad musgosa.
Llevo encima la única prueba,
el sobre con las fotos delatoras.
Una mujer sola, una terraza gris,
algo de viento esparcido por las hojas.
Tu rostro alegre
parece duplicarse, triplicarse
como el propio espacio
de la fotografía.
Es lo que queda de ti,
lo sé,
es lo que fuiste cuando cantabas
esos tangos en francés
y soñabas la normalidad,
el equilibrio y la costumbre
de querernos.
Sé que están a punto de llegar,
que es el papel,
el débil rastro que conservo
de una tarde y una vida,
lo último que puedes arrancarme,
que has pagado a tus sicarios
para que me vuelen, con olvidos,
la tapa de los besos.
Aquí, frente al abismo,
no soy más que petróleo enmudecido.
Ruge el mar.
El viento arrecia.
Un coche aparca en el arcén.
He soñado tantas veces con volar
bien sujeto a tus pestañas…