Un oscuro callejón
el de los años.
Gatos ciegos, oxidadas
escaleras de incendios
por donde resbala la vida.
Contenedores humeantes
de desdicha y de secretos
de familia.
Huir a dónde, hasta dónde.
De nada sirve preguntar
el porqué de estar aquí,
de haber llegado antes de tiempo
a estos charcos de cansancio,
a bocacalles de sueños maltrechos
y ansias mendigas.
No sirve.
Porque reanudas el paso,
bien calado tu sombrero
como un buen hijo de la sombra,
con el miedo en la garganta
y la resignación en los bolsillos
sabiendo que te persigue
la última palabra.