Caes

como la lengua herida del otoño

sobre el verso septembrino

de las orillas quietas.

Dónde buscar esa palabra

con sabor a sol y a madrugadas

a la luz del tiempo eterno

de  un verano que se apaga.

Vas de un lado a otro

mecida por la oscura brisa

de la tarde

hacia el lecho polvoriento de la edad,

sin otra rama a la que asirte.

Una hoja desgarrada por el frío,

por el viento de los años,

por el gris de lo perdido.

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