LOS ZAPATOS DE ALICIA

frente a la voz del mundo

Alicia sueña con zapatos nuevos

capaces de llevarla a otros países,

zapatos que recuerden el camino

hacia los verdes prados,

hacia la luz azul

de las mañanas dulces como el agua,

frescas como el agua,

puras como el agua.

Querría ser como Dorothy

y brincar por los senderos

de una infancia dorada sin lamentos,

reír, cantar, viajar con sus zapatos

hacia el norte, hacia los reinos

donde el agua corre,

vuela y canta en los senderos.

Alicia sueña con galletas de té,

con sombreros, corazones, laberintos

y conejos que no huyan del delirio,

de la sangre, de las bombas;

con espejos que se abrieran a otros mundos,

a otros rostros, a otro tiempo

repleto de zapatos limpios,

de niños que ríen,

de tardes a la sombra del sosiego.

Y corre Alicia por Alepo

sin príncipe que la persiga,

sin zapatos perdidos de cristal,

con los pies en carne viva,

sin agua, sin carroza, sin varita.

¿Dónde alfombras, lámparas y genios?

¿Dónde los palacios y los cuentos de princesas?

Llueve en la noche de todo menos agua

y no quedan madrigueras

y no quedan familiares

y no queda nada más

que zapatos entre escombros

en otra noche fría de guerra.

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