Cada vez que salía del psicólogo, Juan Carlos la llevaba a merendar a una pastelería francesa en la que se servían las mejores milhojas de crema de la ciudad. El hojaldre estaba fresco, crujiente, bien
Menú
No dejas de mirar la hoja cibernética del mundo. Qué esperas, qué buscas, qué añoras. Aguardas a que surjan las palabras como si de agua
Escribo, luego existo porque digo mi vida y al decirla la construyo. Porque sueño la vida y al soñarla, la canto. Y cantar es vivir
Mi casa al norte de la vida, plagada de anteayeres, de acuarelas, pintada con la luz azul de las palmeras. Sin armas, sin novelas, protegida
Siempre hay otro camino, personas que te quieren, miradas más allá de este cansancio. No saltes. No te cuelgues. Cierra el cuaderno y vive.
¿Qué habrá debajo de tu nombre? Tal vez una lluvia de lilas, un espejo de aguas quietas, unos ojos míos que te miran y escriben
Cuando caigas finalmente, sabrás que no mentía aquella noche: ni la ciudad, ni el cielo, ni el olvido calman las miradas errantes. Condenados estuvimos desde
Cada vez que salía del psicólogo, Juan Carlos la llevaba a merendar a una pastelería francesa en la que se servían las mejores milhojas de crema de la ciudad. El hojaldre estaba fresco, crujiente, bien
Casi había terminado de escribir el último capítulo de la novela. Sus obligaciones parroquiales estaban resultando ser agotadoras desde que se instalara en su nueva residencia, un pequeño pueblo de la sierra granadina. Debía de
José María García Linares (Melilla, 1977) fue, junto con los poetas Antonio Revert y Ernesto Suárez, uno de los organizadores del primer festival poético Voces del Extremo Tenerife, en 2017.
© 2020, Todos los derechos reservados a José María García Linares | Contenido sujeto a la propiedad intelectual de José María García Linares© | Fotografías cedidas por J. LinaresC y Salvador Ramírez | Web desarrollada por @Saltimvanki.