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Libros de Poesía Neverland

ROCA DE LOS ABANDONADOS

Nadie me obligó a quedarme.

Yo solo realicé el camino,

yo levanté esta vida con mis manos.

Volé con la ilusión 

de un niño chico

en busca de tesoros escondidos.

Dejé familia, amigos y lenguajes

creyendo que las idas

llevaban los regresos bien cosidos,

que la edad no borraría

mis pisadas de acuarela.

Hoy,

desde esta isla, miro el viento

y apenas hallo un rastro conocido,

una pizca de otro soplo

helado que colgaba de los tilos,

de ese otro lugar jugoso,

fresco, blanco, hospitalario.

Hay tanta luz aquí, cielo excesivo,

tierra seca en la mirada,

sal marina en las heridas,

ecos constantes de la pérdida.

Ya no es posible alzar el vuelo,

el cuerpo olvida con arrugas

el mágico secreto de las hadas

y pesa el mundo demasiado.

Es esta roca, pues, mi vida.

Es esta roca mi abandono.

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Libros de Poesía Neverland

NEVERLAND

Hay un cielo sucio, emborronado,

a las seis de la mañana de este lunes.

Nunca, jamás podré volver a oír

el eco de tu cuerpo adormecido,

tibio, reposado entre las sábanas.

Ni el tiempo, ni otros cuerpos, ni otra copa

me han devuelto algún pedazo de tu sombra

a la que coser mis sueños y miserias,

mi miedo a las ventanas cerradas, 

mi niñez disfrazada y desvalida.

Alguna vez…

Alguna vez la luz

se agarra al paladar de la memoria

y vuelo loco y desalmado hasta tu estrella,

al regusto algodonado de una nube,

de un cuento espolvoreado por los besos.

Alguna vez el frío

me lleva a tu escondite caldeado,

allí donde es posible ahora y siempre

un vaso muy caliente de esperanza

con galletas, caramelos y miradas.

Alguna vez…

Mi casa gris, emborronada,

con este amor longevo que no olvida,

se ha vuelto camarote de piratas,

rehén de una nostalgia espadachina,

café de agua de mar en taza rota.

Cuando el alba ya no es luz, sino palabra,

y el frío un latigazo sin refugio,

quedan solo cenizas en los marcos,

hadas disecadas en cajones.

Otro lunes sucio y condenado

al adverbio sin lugar ni tiempo.

Nunca jamás tu canto de sirena,

nunca jamás la magia.

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MUDANZA

Por no hacer mudanza en su costumbre.

Garcilaso de la Vega

Limpié de viento los estantes viudos

y los sueños que cayeron de la cama por descuido.

Guardé tu beso en siete cajas;

en otra, cinco años de trabajo.

 Por último, un trozo de vida

entre El amor en los tiempos del cólera.

Cuando cierre la puerta,

las llaves girarán los años,

escribirá la mirada lo que fuimos

y quedará en el contendor azul de la nostalgia

la perdida costumbre de tu boca. 

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Libros de Poesía Oposiciones a desencuentro

MAYORÍA ABSOLUTA

“Erradiquemos el hambre

para siempre del planeta”,

propuso entusiasmado el presidente.

Por mayoría absoluta

desapareció del diccionario la palabra.

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CONCHAS

Otra vez me detengo

delante de esta playa y del recuerdo:

las manos de mi madre, 

mi cubo y mi rastrillo

y un sándwich de nocilla a media tarde.

Mi infancia hecha de sol y caracolas

y juegos de pelota y pilla-pillas.

El mar llegó, con el levante

y arrastró consigo los castillos…

Intento comprobar, desde la orilla

que “nada puede ser de otra manera,

la huella siempre muere con la espuma

y es así como vivimos”, nos decían.

 Sonrío con las algas porque sé

que a pesar de la voz de sus gaviotas,

de rastros con verdades en oferta,

conservo alguna concha en los bolsillos

para escribir la vida a mi manera.