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Libros de Poesía Muros

MURO

Otro muro crecerá entre tus manos

otro se elevará de tu cuerpo

luego tú también te elevarás

piedra espesa te elevarás

y te convertirás en el muro de ti mismo

Mohammed Achaâri

Otro muro crecerá mañana,

allí donde los gestos sean incómodos.

Cemento, alambres, hormigón,

una nueva ley de extranjería

y un acuerdo entre ministros.

Desde la vergüenza hasta el delito,

la línea romperá cordura y ojos,

imparable,

 partiendo la memoria en dos

y en mil los corazones.

El tiempo pasa, y la tragedia

se aparca, anestesiada, antes del postre

y los telediarios la mezclan con la moda,

el IPC y los estatutos, 

mientras el muro también crece

hacia el olvido de los cómplices.

El cielo roza el muro con las manos, 

firme, erguido, 

implacable baluarte

de los reyes más tiranos de la Historia.

En la cima vive el grito,

la huella herida de una mano

y el fósil de una lágrima famélica.

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Libros de Poesía Muros

PALABRAS

El mar es un diálogo perdido

de orillas separadas por el viento.

A veces traen las olas sus palabras

casi ahogadas, 

hambrientas,

estrechas,

 silenciosas.

Encallan en las rocas,

partidas como restos de un naufragio.

Palabras olvidadas.

Lejanía.

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PENSAMIENTO EN LA ALAMBRADA

y tu frente ha resplandecido

por encima del muro

Mahmud Darwix

Hay un jirón de tiempo en los alambres,

una mirada en carne viva

y murmullo de viento en los arbustos.

Aquí o allí fue una cuestión de suerte.

Tú, a un lado, y yo, en el otro,

lloramos cada uno de los besos

que el hombre despelleja por dinero

y engancha sin pudor en sus vergüenzas.

Tú y yo, en carne viva, 

llegaremos a tocarnos con la sangre

derramada en los alrededores.

Ni siquiera una alambrada frenará

la naturaleza sabia de querernos.

Mientras,

la navaja corta el aire

como rasga soledades la miseria.

En el filo, el pensamiento de una gota,

dolor del mundo,

resbalando hasta llegar a la otra orilla.

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FRONTERA DE MELILLA

El espanto del alambre

es no ocultar lo que prohíbe.

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VALLAS

La música del mundo es una lágrima

de viento malherido en los alambres.

La noche y su jirón de estrella y sueños.

La vida agazapada tras la hambruna.

La lira de países de oro y plata

se oxida con la sangre del anhelo.

Guitarras con guadaña dan acordes

de miedo, sufrimiento y abandono.

El mundo canta a coro sus miserias

en los anfiteatros de alambradas.

Se oyen ruidos en la noche…

Gritos y disparos a la luna…

Lamentos, oración y peticiones…

Y ese viento aullando de tristeza.

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Libros de Poesía Neverland

CRECIMOS

Crecimos al final

y, aunque mayores,

seguimos dejando abiertas las ventanas.

Quién sabe si una noche,

si en un sueño

aparecen las sombras de los besos

que dejamos volando sobre Neverland.

No.

No es magia,

tampoco fantasía.

Son recuerdos de la propia vida,

sencillamente,

con los que hemos aprendido a construir

lo que nos queda.

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MADRES

Suena el viento

en los cordeles.

Cruje de oscuridad el patio.

Silencio en las habitaciones.

Apenas recuerda ya su voz,

su piel, su abrazo.

La verdadera soledad

es una noche sin madre.

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Libros de Poesía Neverland

UN PÉTALO

Hay una rosa en los atardeceres,

un pétalo en la luz de los amantes

heridos por espinas y palabras.

Una fragancia en cada boca,

el verbo ser de la belleza

y la caída de los párpados del beso.

Es comprender, entonces, que los cuerpos

escriben uno en otro su memoria,

el verso infatigable de la nada

en un rasguño de pureza.

El cielo apaga sus miserias con cuidado,

bajan al infierno los termómetros

y el tiempo toma aliento en la almohada.

Llueve un pétalo en la noche.

Es el amor, 

el nombre exacto de las cosas.

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Libros de Poesía Neverland

COORDENADAS

Segunda a la derecha

y todo recto hasta el ayer.

Sólo así regresaremos al olvido

naranja de las llamas de cera,

al vaso opaco

en donde bebimos una vez las ansias

fantasiosas de vivir hacia delante.

Queríamos ser mayores en seguida,

llegar a un pacto con relojes sobornables,

recorrer en moto el infinito

sintiendo el viento inacabable,

la lujuria de ser jóvenes sin cascos,

sin miedo, sin crepúsculos.

Quién te ha visto 

y quién me ve,

sacudiendo ahora las arrugas

en busca de una pizca de magia,

de unas alas de verdad,

las que tuvimos siempre y sólo vimos

cuando empezamos a sentir 

el negro en la garganta,

esa pena escurridiza que cala

las pupilas, los muslos, la misma

taza de café donde mojamos

nuestro amor con mermelada.

Miramos hacia atrás

en busca de las huellas que dejamos

en columpios, en los parques,

en las camas que guardaron

el secreto de mi cuerpo

susurrado en tus mil cuerpos,

azul maravilloso siempre nuevo.

Segunda a la derecha

y todo recto hasta el ayer.

¿Estás lista? Piensa en algo bello.

Así volamos.

Así vivimos.

Yo también a ti.

Ya regresamos.

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CASA DE LOS NIÑOS PERDIDOS

A mi abuelo lo mató un cáncer.

Se llevó con él

mi primigenia fantasía,

las canciones con pasteles en el campo,

las historias de la noche de Reyes.

Con ocho años cumplidos

la muerte no fue más que una palabra,

un “el abuelo ha muerto” de mi madre.

No lloré porque “el abuelo está en el cielo”

y volverá, pensaba, en unos días.

El cielo de los niños es de azúcar,

de alas de algodón, de nubes gordas.

Reparten chucherías por las calles,

el sol es de color azul,

la gente viste en manga corta

y ríe, saluda y da paseos.

Desde entonces he buscado la manera

de alcanzar ese lugar,

ese cielo que una vez estuvo arriba,

bien marcado con la cruz de los tesoros.

He caminado por la vida,

por los charcos de los álbumes de fotos

y la voz de los recuerdos,

mas sin suerte.

Con los años las palabras

se han cargado de dolor,

y la muerte, la distancia, las ausencias,

han levantado los tabiques

de esta casa sin jardín,

perdida para siempre en la nostalgia

de un abrazo,

de mis pecas,

 de sus canas.