Hay un cielo sucio, emborronado,
a las seis de la mañana de este lunes.
Nunca, jamás podré volver a oír
el eco de tu cuerpo adormecido,
tibio, reposado entre las sábanas.
Ni el tiempo, ni otros cuerpos, ni otra copa
me han devuelto algún pedazo de tu sombra
a la que coser mis sueños y miserias,
mi miedo a las ventanas cerradas,
mi niñez disfrazada y desvalida.
Alguna vez…
Alguna vez la luz
se agarra al paladar de la memoria
y vuelo loco y desalmado hasta tu estrella,
al regusto algodonado de una nube,
de un cuento espolvoreado por los besos.
Alguna vez el frío
me lleva a tu escondite caldeado,
allí donde es posible ahora y siempre
un vaso muy caliente de esperanza
con galletas, caramelos y miradas.
Alguna vez…
Mi casa gris, emborronada,
con este amor longevo que no olvida,
se ha vuelto camarote de piratas,
rehén de una nostalgia espadachina,
café de agua de mar en taza rota.
Cuando el alba ya no es luz, sino palabra,
y el frío un latigazo sin refugio,
quedan solo cenizas en los marcos,
hadas disecadas en cajones.
Otro lunes sucio y condenado
al adverbio sin lugar ni tiempo.
Nunca jamás tu canto de sirena,
nunca jamás la magia.