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Libros de Poesía

LA CAVERNA

He vuelto a vivir en una gruta.

Juego en ella con el tiempo,

con la luz,

con la tristeza.

Hace siglos que llegué, cansado,

y encontré en su oscuridad

el alivio,

el perdón

y la condena.

He pintado mi vida en sus paredes,

he dejado la marca de mi alma ensangrentada

en una roca con forma de tormenta

y he plasmado las escenas del amor

con las uñas de una pena irreversible.

Aquí dormirá mi daño,

tranquilo en la quietud de la tiniebla.

La lluvia arrecia fuera.

No es preciso descubrir

ni el fuego ni el milagro

de una lengua primigenia.

Hay poco que decir.

He aprendido que el calor

es solo un espejismo de mi escarcha

y que todo lo que exprese mi alegría

danzará como un pétalo marchito

en la ceniza verde de una orquídea rosa.

Todo está aquí, en estas piedras,

en el eco de una historia

que arrasa y que libera,

que ensalza y que destruye.

Cuando quieran las deidades revelarse

no hallarán en mi conciencia

ni miedo ni oraciones ni deseo

de una vida más allá de esta que vivo.

Soy infierno y paraíso hecho de carne,

reproche y resquemor,

vida y muerte en las mañanas solitarias,

sol y sombras retorcidas en la boca

cada vez que digo yo,

cada vez que yo pronuncia un nombre

y se le escapa la palabra

hasta perderse en el océano.

Desde muy temprano escucho

el roce de la ola y la gaviota,

su sueño milenario

faenando en el salitre.

Acaso habrá un momento en el que encuentre

la ruta que me lleve hasta mi verbo,

allí donde podré reconocerme,

entre el ocaso del verano

y la inocencia de la infancia,

justo en una grieta en donde se diluya la vergüenza.

Mientras tanto, aguardo en esta gruta

la calma del levante,

un suave atardecer que entienda mis heridas,

que solo me consuele,

que no me juzgue más de lo que juzgan mis recuerdos.

El viento trae un rastro de belleza,

un olor, una dulzura muy lejana.

El mar, el mar, el mar.

Todo está aquí mismo, en estas piedras.

Tu rostro imaginado,

las voces de la escarcha

y la tristeza.

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Libros de Poesía

ILUMINACIÓN

Una pequeña iluminación,

un breve destello en mitad de la noche.

Volvieron tu rostro y tu palabra

a navegar las aguas de mis sombras.

Como la llama que dibuja

los contornos de la niebla espesa,

así guiaste la memoria

hasta la orilla en que reposa

el aliento efervescente

de una juventud perdida.

La lluvia, la belleza,

lo que pudo ser y lo que fuimos,

lo que cabe en un instante,

todo aquello que detuvo el tiempo.

La oscuridad, tras el relámpago,

se posa nuevamente entre las sábanas.

En el silencio de la negra noche

el eco de una mano enamorada

rozando el labio efímero del viento.

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Libros de Poesía

EL CANTO DE LAS BALLENAS

Mientras van de Fukushima

las aguas radioactivas hacia el mar,

algunas ballenas cantan

el himno milenario del océano.

Saben que su tiempo ha terminado

y lloran algas cargadas de memoria.

Cuando lleguen a la playa,

dormirán con dignidad

el sueño mineral de los vencidos,

la paz que da saber

que se hizo lo posible por cantar

en un mundo ensordecido por el hombre.

Las olas mecen, dignamente,

la tarde naufragada entre las rocas.

Solo el viento solitario

en el silencio de la orilla muerta.

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Libros de Poesía Naturaleza poética

POEMA MARCIANO

Desde la Luna la hermosura azul

latía en soledad

y en el silencio oscuro.

Vimos por primera vez,

tan bella, nuestra casa.

Se intuye desde Marte

apenas la presencia diminuta

del hogar, punto lejano

en la inmensidad profunda del espacio.

Nos estamos viendo desde allí.

Han llegado las imágenes

del cielo, las montañas,

la voz del viento y lo vacío.

No hay huellas esta vez.

Vuelve a ser otro gran paso.

Cerciorarnos de lo efímero del mar,

de las criaturas,

de la lluvia en las adelfas.

Ir a Marte a descubrir

la grandeza de un delfín

surcando el alma de la Tierra.

(En Naturaleza poética. Antología de ecopoesía y poemas de naturaleza. Ediciones La Imprenta, 2022)

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Ábrete, cielo Libros de Poesía

LO QUE HUBO AQUÍ UNA VEZ

Para Antonio Orihuela

Seguramente, en otro tiempo

contemplar este paisaje

era una forma de volver

a revivir nuestros orígenes.

Horizontes brumosos

como el primer significado.

Bosques repletos de memoria, 

de voces, de destellos,

de rostros que ocuparon otro tiempo.

Ríos cargados de agua fresca,

de ninfas, de hojarasca y transparencia,

ríos repletos de vida

que se funden con el mar,

océanos henchidos

como el pecho alegre de ese hombre

que miraba el horizonte

y contemplaba su paisaje,

nada parecido

a lo que ven mis ojos hoy.

En el monte hubo una vez un bosque

y en el bosque un río y en el río

la vida cristalina que perdimos.

Los esqueletos de los adosados

son los que dan ahora la sombra. 

Bloques de hormigón abandonados,

plástico enredado en los matojos secos,

una verja solitaria y oxidada

a punto de venirse abajo. 

Hace un calor extremo.

Yo podría hablar en mi poema

de la sabiduría de las piedras, 

de la luz del pensamiento,

de una musa en bañador

o del amor en una copa de ginebra, 

pero el calor es extremo

y son tantos los vertidos,

las nubes de residuos en el cielo,

los mares enfangados de desechos

y tantas las especies malheridas

que da vergüenza hablar de amor, de alcohol o musas.

Por eso escribo ‘bosque’ y ‘río’,

escribo ‘mar, ‘agua’ y ‘océano’,

para que existan, así, en estos versos,

para que nadie olvide lo que fueron,

que vendimos nuestro tiempo y nuestro espacio

para hacernos propietarios,

para crecer y progresar y trabajar y ser felices

y seguir creciendo sin descanso como un cáncer,

para inventar la bomba atómica

y llegar a Marte a costa de la sangre de la Tierra

y acabar comprando el aire fresco

con el que combatir este calor oscuro

que ha provocado nuestra venta irreparable.

Mientras se mueren los delfines

en un mar recalentado

y el reposo de las aves

se vuelve edificable,

las terrazas se inundan de cerveza,

de licores los puertos deportivos,

de ignorantes los hoteles cinco estrellas,

y se escribe con petróleo en los diarios

que volvemos a crecer al 3%,

aunque el calor siga asfixiando.

Si fuésemos capaces de extraer

todas las bolsas de palabras fósiles

con las que mover un nuevo mundo,

ésas que se extinguieron hace tanto.

Que del precio del barril

de ‘responsabilidad’

dependiera nuestra vida cotidiana,

que de las prospecciones de ‘conciencia’

sacaran pecho los gobiernos,

que el fracking extrajera la ‘cordura’ a borbotones

para ser capaces de afrontar

esa verdad incontestable:

no nos queda ya

ni tiempo que vender.

El calor es asfixiante.

Dicen que miles de peces muertos 

han llegado hasta la orilla

y el alemán es un cliente imprescindible.

Todo lo que hubo aquí una vez.

Todo lo que matamos.

Todo lo que, faltando,

nos matará a nosotros.

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Entonces empezó el viento Libros de Poesía

LOS ESPEJOS DE MELQUÍADES

He vuelto tantas veces de la muerte

que ya no dicen nada los espejos.

Se han desvanecido los recuerdos

como la lluvia muere en el asfalto.

Mi reflejo es transparente soledad

entre la luz y la tormenta.

Tan sólo una silueta,

una mueca malherida

 en el fondo de los charcos.

Llevo siglos escribiendo este poema

y aguardando a que la vida

no me arranque, caprichosa,

de la muerte.

Cada vez que abro los ojos a este cielo

de nuevo las palabras 

yacen débiles, enfermas,

incapaces de decir lo que dijeron.

Reescribo, entonces, con dolor

el origen, el destino, la memoria.

Apenas queda tiempo para amar,

para comer o para el sueño, 

así es la enfermedad de la escritura.

Vivir es un artrítico tormento

de ojos delirantes y manos arrasadas.

Son tantas las palabras

y tan largo el tiempo…

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Entonces empezó el viento Libros de Poesía

LAS OLAS ROMPEN EN LAS ROCAS DEL TIEMPO

Es el viento, decías, es el viento

quien conoce las orillas 

de los años calcinados,

y dejabas la mirada perdida

en el horizonte de la tarde,

allí donde respira el porvenir

el aliento incorruptible de la muerte.

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Entonces empezó el viento Libros de Poesía

INALCANZABLE

Era la luz inalcanzable a mi regreso,

inalcanzable el pensamiento de las aves,

inalcanzable y nuevo

el color ayer turquesa de las olas.

La tierra, lejana desde el faro,

esconde cien murmullos,

la vida artificial de los vencidos,

el verdadero ocaso, la derrota desatada

en los despachos y en los amaneceres.

Sólo a las gaviotas se las oye desde aquí,

su reto constante a la grisura.

Son los pájaros del mar

los que conocen las verdades

de los buques malheridos,

el punto exacto en donde duermen

los recuerdos oxidados de aquel tiempo

en el que fuimos inmortales.

Hace cien años que te espero

para besar y reescribir

tu macondina piel norteafricana.

Te veo acercándote despacio

mecida por la brisa de levante,

los volantes alados de tu falda,

tus cabellos vivos, circulares,

abrazando al tiempo esquivo,

la mirada naranja de los amores maduros,

jugosos como el futuro a fuego lento.

Gritan la luz, el pensamiento, las gaviotas

cuando te ven llegar contra el olvido

cargada de salitre y de esperanza,

narrando con los ojos 

la penuria de unos labios

cuarteados por la ausencia,

el cansancio de mañanas y de tardes

buscando entre mis libros la verdad,

y la alegría azul, oxigenada,

de quien se sabe a punto de alcanzar

lo inalcanzable.

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Entonces empezó el viento Libros de Poesía

LA FUNDACIÓN

La fundación de la ciudad

ya casi se ha olvidado.

Sólo algunos riscos temerarios,

algunas sirenas afónicas y viejas

de tanta canción y luna llena,

quizá la negra luz del mar,

recuerden el momento.

Barcos fondeados,

botes de infelices

cargados de armas y penurias,

pisadas que se hundían 

en la orilla cenagosa

de una madrugada perdida.

Rompían la oscuridad

débiles antorchas, oscuras

como la soledad de las cavernas,

de las grutas y los pasadizos

de la fortaleza de cartón,

a punto de venirse abajo.

Ladraban los perros a las sombras

llegadas de la playa,

intuyendo la negrura del exilio

derramada en la mirada.

Qué oscuridad la de los cielos,

qué lejanía, qué condena.

Ya nadie recuerda los orígenes,

el sufrimiento de la piedra,

los pasillos helados de nostalgias heladas,

los niños moribundos.

Quedan mariposas amarillas

en las viejas canciones del otoño,

epidemias de insomnio, diluvios universales,

historias de amor entre fantasmas,

extrañas luces en alcobas,

sueños con colas de cochinos.

Hemos olvidado tantas cosas, 

las palabras que fundaron las palabras,

los rostros del humo y la misericordia,

los gritos del amor y de la guerra.

El olvido es el futuro de la raza.

Vagar por los pantanos conocidos

con la luz de la ignorancia en las pupilas.

Entonces las murallas son hermosas,

la historia, tan sólo una materia;

las crónicas, papel amarillento

e inservible testigo de lo ignoto.

Hemos olvidado nuestro ayer,

las manos que surcaron los caminos,

las bocas que comieron de la tierra

lo poco que llegaba de los cielos.

Es esta la ciudad, tan bella hoy,

tan llena de colores, de perdones,

de banderas.

Los dioses bajan cada poco

a aprender de la mentira,

del sarcasmo, de la pose milenaria

 del cobarde y el ladrón,

y vuelven a sus nubes henchidos de esperanza

mientras el hombre compra tiempo

y vende tiempo,

compra al hombre y vende al hombre.

Son las sirenas viejas y borrachas,

casi mudas de cantarle a los galápagos,

las que saben cómo fue

 la fundación

y ríen escamosas y arrugadas,

sabias y vencidas:

Tan larga la noche, tan corta la vida…

Engulle la niebla lo que la luz olvida.

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Entonces empezó el viento Libros de Poesía

LO IRRECUPERABLE

Cuando se ponga el sol

recordará la piel que en los castaños

quedó el tiempo dormido para siempre.

Éramos jóvenes.

Éramos el aroma de la vida.