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Libros de Poesía

FRENTE A LA VOZ DEL MUNDO

Yo elegí la soledad (el tiempo y la memoria)

escondida en el deshielo

y todo ese torrente de luces, de impresiones

que acaban empapando el día a día

y hacen de mi vida

un vuelo azul en el ocaso de los dioses.

Elegí el silencio, la distancia y la quietud

de la maleza entre las ruinas,

el pensamiento fricativo de los vientos en la hiedra,

la lucidez de la palabra muda

como sombra placentera de la voz del mundo.

Fueron llegando entonces los susurros,

la fragancia de la rosa o de la vida o del poema,

los rostros que dejé pasar y me contemplan

en la noche

como agujas acechando en la garganta,

las ciudades y sus cantos de sirenas,

el otoño, la querencia, el despertar

sin miedo al resbalón por la costumbre,

porque escogí la bruma transparente

que dibuja el pasadizo en los abismos,

el eco cristalino de los puentes

entre ayer y lo que quede de mañana,

la ínsula imposible entre mi cuerpo y mi palabra.

Así, con el sosiego que me da aceptar

el rumbo de mi tiempo sobre el tiempo,

de mi nombre entre los nombres,

de mi ser frente a la voz del mundo.       

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UN BESO BLANCO

Cada tarde, mientras leo,

Sancho custodia mi tiempo

con el amor azabache

de sus ojos pequeños.

Cuando me pongo el café,

sube al puff y me contempla.

Su cobijo y su reposo,

su beso blanco sincero.

Echado entre mis piernas

me mira y su bostezo

me dice que no tema,

que nunca estaré solo

y no seré jamás abandonado.

Entonces lo acaricio

y, sosegado,

sigo, seguro, leyendo.

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ALINEACIÓN

En el silencio sideral,

maravillados,

se observan Júpiter y Venus.

Todo un año vagando y esperando.

No volverán a estar tan cerca hasta el siguiente.

Así es su eternidad.

Aquí, a millones de kilómetros,

el frío da una tregua a los laureles.

Andando en plena noche

tus manos rozan mis palabras

y los pasos se entrelazan por el puente.

Venimos de otro tiempo, lo sabemos

como sabe el mar de otros lugares,

y nada nos preocupa

ni el tiempo nos inquieta.

Se han alineado nuestros ojos

y hemos hecho de este cielo nuestra casa.

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COLADA

Mientras tiendo la vida en la azotea

observo la quietud de la montaña.

Si me giro, tengo el mar en la mirada,

todo ese azul que tan bien me conoce.

Puedo oírlos conversar

arrullados por el sol de primavera

con palabras cristalinas como el viento.

Somos en la historia los primeros

en saber a ciencia cierta

que este mar y esta montaña ya están muertos,

que ni es verde la muerte

ni tampoco sostenible.

Picotea un mirlo las macetas,

mira mi sombra tenue en los cordeles

y vuela en la mañana hasta perderse.

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LA HISTORIA DEL VIENTO

Llevo en la piel de la memoria

escrita la historia del viento.

Los ojos llenos de luz verde,

los cabellos en el eco de los riscos,

la espalda dorada como un libro en las orillas.

Aquellas cosas que se olvidan

no vuelven nunca a repetirse.

No es augurio ni condena.

Es un cielo antiguo

huyendo sobre el mar en la distancia.

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CONTINUUM

¿Cómo se empieza de nuevo

cuando empezar debiera ser

un verbo hermoso y transparente,

ligero de memorias,

de deudas y reproches?

¿Cómo se empieza de cero

cuando cero es un morfema de la nada,

el cerco del vacío

o la cintura del silencio?

Porque nada empieza y todo continua,

incluso tú, que te acabaste,

y sigue tu palabra

hiriéndome en la noche.

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UNA MAÑANA DE SEPTIEMBRE

Me bañé en el viento azul

de una tibia mañana de septiembre,

cuando se para el tiempo en la marea

y los niños melancólicos y rubios

miran hacia el mar desde el colegio.

Quien nada en el azul

nunca regresa indemne a las orillas.

Cómo hacerlo si rozó la luz,

si aprendió del vértigo la sed,

si alcanzó el lugar donde residen

las voces que se apagan con los años.

La brisa de poniente aletargada

en el cielo incandescente de mis ojos.

No cabe en la mirada otra manera

de entender la vida que respiro.

Tejerle al tiempo un verso azul

que invente la ficción de detenerlo.

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REGRESO

El horizonte azul de la ciudad

ha curado mi grisura.

Ahora vivo del viento,

de las ramas de mi árbol genealógico,

de mi propia memoria

aún convaleciente.

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EL SUEÑO DEL FUNAMBULISTA

Con el tiempo pisando tus talones

y quemando el porvenir

en tu rostro lo soñado.

El equilibrio es una duna ardiente

empujada por los vientos de la historia

donde se hunden las pisadas,

los recuerdos de familia.

El equilibrio es un acorde,

el frágil filamento de una música que cuenta

la humildad de los orígenes,

el esfuerzo por sacar la boca y tomar aire.

Dicen que la tierra prometida

es azul y fresca como el agua,

que es posible levantarse con el miedo derrotado,

sin las sombras de la sangre

lamiéndole el cogote a la mañana.

Otros ya cruzaron el desierto

con su dios a las espaldas,

con profetas que encontraban

el camino entre las aguas

para huir de la opresión y de la guerra.

Pero los viejos dioses viven en el norte,

se han comprado un nuevo paraíso con domótica,

remojan sus cojones en Chanel y Moët & Chandom,

multiplican el caviar y le embadurnan

a las vírgenes los pechos

y están demasiado entretenidos

como para hacerle caso a un libro antiguo,

a un pueblo pobre, a un hombre solo.

Mientras se cuece y se derrama

la vida por tu rostro,

vislumbras gota a gota un tiempo acuoso

repleto de todo lo que sueñas cada noche:

la brisa que levanta el beso de tu madre,

la brisa que levanta la risa de tu hija,

la brisa que levanta el viento libre,

y entre brisa y risa, viento y beso,

parece aligerarse el peso de la sed,

el propio peso de la vida derramada.

Y así, cuando te acercas al alambre,

tras huir durante meses de tus propias huellas,

el miedo es un recuerdo que no duele,

hecho callo, hecho coraza.

El miedo impulsa tu coraje

y dignifica el desvarío

de la espalda achicharrada,

de los ojos secos,

de la memoria enferma de tristeza.

Es noche cerrada.

Estás encima del alambre.

Hueles el mar, hueles la brisa.

El equilibrio es una pierna ensangrentada,

piel hecha jirones,

la risa de la hija,

el viento libre.

Agarrado, entre dos mundos,

en el dolor y en el orgullo,

el beso de la madre.

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TERRAMAR

Solo a ti te revelé mi nombre.

Cómo imaginar que lo destrozarías

sílaba a sílaba

dejando mi alma a la intemperie.

Aún hablo con dragones en la lengua antigua.

Con alguno recuerdo en ocasiones

la lava aturquesada del origen

y los hechizos cenicientos del alisio.

He perdido mis poderes.

Guardo esta cicatriz hecha de lágrimas

y una vara rota cegada para siempre.