Me diste de plazo
las obras completas de Lorca.
Después me denunciarías por prosaico
en caso de no ser capaz de emocionarte.
No querías oír hablar de la República,
ni de su historia con Dalí,
ni de flamenco.
“No quiero explicaciones, quiero versos”.
Y no sé cómo decirte
que he olvidado la poesía entre nociones,
entre teorías delirantes,
marxistas, feministas, deportistas…
hasta quedarme estancado.
Que he buscado con afán
el sentido de las huellas literarias
con el fin de poder llegar a ti
y he perdido,
porque me ensordecen tantos ecos,
lenguas muertas,
golondrinas, soledades…
Así que puedes irte y delatarme
y dejarme atrapado en el despacho
con todos estos pétalos marchitos.
Querías el perfume de la flor
y solo tengo tallos secos.
PAUSAS
Está la habitación
llena de pausas,
de párpados demasiado lentos,
de voces comatosas en la alfombra.
El olor a podrido del silencio
alertó a los vecinos.
“Quién iba a imaginarlo,
eran personas muy tranquilas,
dicharacheras”.
Hay huellas en los pomos,
vestigios de carmín
en los cristales del vino
y un bolígrafo abierto
sobre un poema a medio hacer.
En la cocina, un charco
de lágrimas resecas
y restos de tristeza
en un viejo cenicero,
recuerdo de un viaje por Marruecos.
Qué dolor el de las casas vacías,
el de las mariposas moribundas,
el del corazón afónico.
“Hemos terminado, Comisario.
No hay indicios de delito”, y sin embargo…
Antes de salir, da una calada
y mira atrás, hacia el sofá,
que aún resiste la maldición
de los lotófagos.
Palabras muertas, palabras amputadas,
palabras viudas, maltratadas y solas.
Palabras con un tiro en las vocales,
con mayúsculas descuartizadas
y tantos sentimientos derramados
por la mesa y las baldosas.